viernes, 4 de julio de 2008

A un amor.

Te veía en tu rocosa atalaya, oteando el horizonte, buscando alimento con el que saciar a la inquieta nidada, te veía mientras mis manos guiaban a torpes e infantiles pasos y cuando poderosa regresabas, acostada en las nubes, con tus alas de libertad desplegadas al viento, todos sabíamos que nos mirabas, que sabias de nuestra admiración por ti y así muchos días transcurrieron, los infantiles y torpes pasos quedaron atrás en el tiempo, seguimos viéndote en el mismo lugar como dueña del espacio, y abajo en el sendero los bulliciosos pasos fueron cesando con el transcurrir de los años.
Otros pasos infantiles invadieron tu intimidad guiados por mis torpes manos, tu nos mirabas desde tu rocosa atalaya batida por el viento que te envolvía en una promesa de libertad, pero no volabas como reina del espacio, no volabas, tu nido estaba vacío.
Mis lentos y torpes pasos me llevaban bajo tu rocosa atalaya, ya no pasaba, ¿para qué?, sentado en la orilla del sendero, solo te miraba, en nuestra soledad te vi llorar.... y lloré.

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