Pobre palabra que impulsada por la fuerza del sentimiento no encuentra su destino, quizás por que se lanzó como grito de soledad solo encontró la nada, sin respuesta.
Paseamos las calles entre riadas de soledad, ajenos a multitud de sentimientos sin compartir, sin un destino definido, solo paseamos nuestra soledad. Lo mismo da elegir un autobús, un ascensor, solo la soledad multitudinaria nos rodea, pobre ser humano nacido para compartir, para hacerse fuerte en el grupo, para reir o para llorar en hombro ajeno, para caer y ser aupado por manos amigas.
Hablar cara a cara, mirar al fondo de los ojos, estrechar unas manos amigas que llenen el vacío de tus manos, escuchar el efecto de tus palabras en boca ajena, abrazar, abrazar, ...¡abrazar!, cuantos brazos no se abren por no saber el que abrazar y acaso sin saber cuantos abrazos huérfanos dejamos en nuestro solitario pasar.
Soledad y rutina, cuantas vidas arruinadas por su causa. Más cerca, mirar más cerca y veréis abrazos que esperan tu soledad, tu ciega soledad.
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