lunes, 25 de agosto de 2008

Sencillamente natural.

Siempre me agrada el acariciar una humilde maceta de barro cocido, tan burda, tan original, tan cerca de nosotros y tan estúpidamente lejana de nuestra pretenciosa actitud cotidiana. De simple barro y sin embargo la más adecuada para la orgullosa planta que dará la espléndida flor..., flor que tras pocos días de vida morirá su esplendor, cortada, tirada sobre la tierra, olvidada su fragancia, sin colorido, sin vida..., sobre la modesta maceta, como modesta cuna donde nació y creció hasta ser bella, sus pétalos se pudren junto a la tierra que le dio sustento, soporte, hoy solo es su ataúd, su eterno ataúd donde alimentara a futuras plantas de efímera belleza.
Todo lo natural nos rodea en una sinfonía de armonía, color, fluyendo en una interminable espiral de vida que nosotros los humanos llevados de nuestra soberbia somos incapaces de apreciar su simpleza, su maravillosa simpleza..., incomprensible para nuestra eterna ceguera, para nuestra eterna ambición de alcanzar las estrellas..., recojo mi humilde maceta, futura cuna de hermosas flores, barro..., solo barro..., como nosotros.

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