lunes, 4 de agosto de 2008

Mi viejo mar.

Cuando más libre me he sentido, siempre ha sido en los momentos en que más pequeño me he sentido, pequeño ante la magnitud de la fuerza de la naturaleza, ante su descomunal tamaño, totalmente impotente ante su demostración cotidiana a la que no prestamos interés por ser habituales. Me recuerdo con nueve años, batido por las olas en el rompeolas de la bella San Sebastian, aferrado expectante a una simple barandilla y portando una caracola recién recogida, mojado, calado, feliz, muy feliz hasta que una ruda mano me cogió por el brazo diciendome que no era sitio para estar, que podía ser peligroso, que no tuviese miedo,....
No tenia miedo alguno, solamente hablaba con el mar y el mar me abrazaba poderoso, me ofrecía su sabor distinto a cuanto había conocido, su rumor, su poderoso ir y venir con nuevos bríos, allí hablé con el mar, susurre mi infantil pacto al interior de la concha y la devolví al mar.
Tantas veces volví a sus playas a renovar el recuerdo de su fuerza, de su olor, de su color y como viejos amigos siempre fui feliz junto a mi viejo mar.

No hay comentarios: