jueves, 13 de noviembre de 2008

Viendo, leyendo..., otoño.

Cual inapelable cita otoñal, se produce el retorno de las grullas hacia cálidos asentamientos, ha llegado con sus vuelos y sonidos únicos, el placer de oirlo, de ver sus agrupamientos, giros, subidas y bajadas en busca de las corrientes idóneas para su vuelo, el otoño, la magia y belleza del otoño, intermedio entre la exuberancia y la ausencia...
Cantan las grullas, mensajeras del otoño..., entre mis manos un libro amigo, poemas otoñales entre sus páginas, sentimientos derramados en negro sobre blancas páginas..., leo...

Otoño
Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.

Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,
en tu gran corazón encendido.
José Hierro, 1952

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