martes, 27 de junio de 2017

Soy de pueblo.

No pienso, solo siento el sudor que inunda mi cuerpo a pesar de estar anocheciendo y mis pasos me llevan más allá de mis deseos siguiendo instrucciones del personal médico que solo piensa en que camine, eso si, por mi bien..., si he llegado hasta aquí a mi aire y para lo que falta me vuelvo para mi casa, no quiero pensar lo que me aguarda fresco y sabroso al alcance de la mano que la noche es larga, los sonidos en pleno campo siempre nos dicen a poco que conozcamos nuestro entorno, lo que me agrada porque vivir en el campo con fácil acceso y proximidad a una gran ciudad supone una vida placentera sin los problemas de la urbe, todos somos de pueblo, vivir en un pueblo da cercanía personal, con un solo gesto se saluda a un vecino que pasa alejado lo cual le encanta a un nieto que vive en la ciudad, acaso deba acelerar mis pasos, el viento aumenta y las nubes oscuras avisan de una más
que posible tormenta de verano así que media vuelta y acelerando el paso, las golondrinas vuelan a baja altura, la chicharra canta el calor de mañana y el cuco con su canto nos dice que mañana será otro día pero ahora suenan lejanos los truenos y alguna gota de agua llega mecida por el viento, cómodos vecinos con los que hablar hasta que la lluvia arrecie seguros de que en su casa o en la mía seguiremos compartiendo viandas, bebida y sobre todo amistad, seguramente no descubriremos el origen del universo pero si sabremos lo que vale ser de pueblo y que tras una sonrisa o una palmada existe un ser humano.

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