martes, 6 de octubre de 2009

Mi higuera.

Dime, mi vieja amiga que sigues en pie donde mis ojos te descubrieron al nacer, ¿te olvidaste ya de aquel niño, como los pájaros que anidaban en tus ramas te dejaron y te olvidaron?.
¿No te acuerdas ya de cuando se sentaba bajo tu espesa sombra y se maravillaba de tus retorcidas raíces que se agarraban a la tierra junto al brazal de limpias aguas?
Los hombres venían a descansar sus labores bajo tu oscura sombra y la caída de tus frutos ya maduros sobre el agua que bañaba tus raíces, producían menudas ondas en las que la luz del sol bailaba como si tejiese una tela de oro.
Y el niño se sentaba quieto y pensativo bajo tu sombra..., quería ser el viento para pasar entre tus ramas suspirantes, quería ser tu sombra y alargarse con el día sobre el agua, quería ser un pájaro y posarse en tu rama más alta, y vagar como las aves entre las yerbas y las sombras...
Al regreso de la vida vuelvo bajo tus hojas y quizás el sonido del viento al pasar pudoroso entre tus viejas ramas me hace recordar, me hace sentir... tantas cosas..., sobre mi mano cayó uno de tus frutos... ó acaso fue una lágrima de tu viejo recuerdo...

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