viernes, 31 de octubre de 2008

Cosas de ayer...

El ayer de nuestra juventud, dormido en nuestras carpetas como cosas para mañana, quizás hoy es ese mañana en el que volvemos a descubrir aquel ayer..., como tú lo sentiste ayer lo escribo hoy compartiendo el mismo sentir.

¡Que tónico el ambiente, que austero el paisaje, que serena la atmósfera sobre el haz de la tostada llanura!. Yo he visto las yuntas labrando la besana y hendir la reja el húmedo terruño, y caer, como una lluvia de oro la simiente, he visto verdear la mies, y encorvarse al batir del viento, y madurar al sol, y caer al filo de las hoces, y yacer agavillada en los surcos, y bambolearse en los carros gemidores, y desbordarse en las eras, y crujir bajo los trillos, y molerse en la aceña y tostarse en el horno, y convertirse en blanquisimas hogazas.
He disfrutado en primavera de la hermosura de los campos y he bebido el olor de madreselvas y rosales, de mejoranas y tomillos. Secó mi garganta el dogal de los calores agostizos y en la callada siesta busqué el retiro del sombrío tamujal, a la vera del rio soñoliento, y al llegar la noche bañe mi frente con las aguas mansas de la luna. Vi pasar en tardes otoñales la bulliciosa pastoría, sentir el balar de los corderos, el ladrar de los mastines, el silbo de los zagales, y en la postrera lumbre del crepúsculo se alzó un cayado como cetro de rey.
Dormí en majadas, sobre las hojas perfumadas de resina, embriagado por el vaho de los apriscos y arrullado el suelo por el manso rumiar. Y en el invierno castigué mi carne con el azote de la nieve y me curtí la piel con el cuchillo de la helada. Que así a tus hijos haces... ¡ recios también y fuertes como los robles !...

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