martes, 11 de abril de 2017

Un libro, un poema...

Interior.-

Ya nadie sabía que hacer, que palabra / decir. No quisimos romper el silencio.
Entraba la luz, nos llegaba la luz. / Pero nadie sabía que hacer, que palabra
decir. Cada uno miraba sus manos, / cada uno tenia sus manos mojadas de sombra.

Cada uno miraba sus manos. / Cada uno sabía que él pronto vendría
con la tarde en los ojos abiertos / y en los labios, temblando, la bella palabra.

Arriba, en la abierta ventana, / de cara al poniente, seguía él mirando.
Y ya nadie sabía que hacer, que palabra / decir, de que modo anhelar,
como hablar sin romper antes que él el divino silencio.

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Viento de otoño.-

Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento / gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas / crepusculares, trágico y sangriento.

Gira, asciende, enloquece, pensamiento. / Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas? / Pasan, dejando el campo amarillento.

Por esto, por sentirnos todavía / música y viento y hojas, ¡alegría!.
Por el dolor que nos tiene cautivos, / por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!. Somos alegres porque estamos vivos.


Una tarde cualquiera en la que abrir unas páginas de poemas de J. Hierro, unas páginas al azar donde encaja mi vida en este momento, simplemente saber que otros sintieron en su corazón la necesidad de gritar aquello que les dictaba la razón..., un libro, un poema, todo en mi mano abierta.

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