miércoles, 24 de septiembre de 2014

Tiempo otoñal.

Un pequeño adiós, tengo la íntima sensación de que cada sentido acto es un pequeño adiós lleno de alegría y con el deseo de un niño, como la pequeña astilla que cada día se desprende del ya viejo árbol sin importar dejar el alma al descubierto, alberga tantos nidos que sus pequeñas ramas ya no soportan y sin embargo se mece en los embates del recio viento protegiendo sus queridos nidos..., en cada crujido de su madera hay un pequeño adiós, sus hojas son ahora más pequeñas pero saben proteger a quienes se confiaron a su pasada frondosidad, sabemos o al menos intuimos más allá del pequeño adiós, sabemos y aceptamos, adaptamos nuestras vidas a quienes llevados de su amistad nos dan ánimos para seguir en la vida, para seguir preguntándonos que es la vida, un eterno adiós desde el silencio sin agitar las manos, árboles en una inmensa arboleda, pequeños árboles a la espera de la caída del gigante y que cada otoño está más cerca..., caen las hojas con el pudor de una desnudez de inmenso colorido, caen las hojas en un silencio ritual, caen las hojas en un suave y eterno adiós unido con la certera esperanza de la hermosa primavera, ¡otoño, otoño!, volví al lugar y no la vi, el aroma de la roja flor nos decía de un eterno adiós.

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