prende el aire y revela
una primera imagen de este día,
es el gesto caduco del albor
que traza garabatos en la bruma insondable.
Después, el viento nace
clarolucíente. Surgen las cornisas
doradas por el sol de mediodía
el brillo de las jaras de la tarde
y el rojo terrenal bajo el ocaso
que apaga por completo nuestro mundo.
De noche, esa luz
me busca en otros cuerpos,
en un confín
hallado lejos de mi sueño urbano,
no obstante, tras la búsqueda
brota de súbito la claridad
que teje desde el aire
otra mañana plácida de mayo
y advierto que a lo lejos, muy despacio,
un manantial de luz forja la vida...
(El minuto interior, R. Martín)
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