martes, 3 de noviembre de 2009

Ante la pared.

La niebla cubre la mañana, es temprano, y mi solitaria presencia en el cementerio me concede una deliberada soledad que me da mi verdadera dimensión humana frente a la vida, allí paso mi mano por los rugosos nombres de las lápidas en una instintiva caricia sin respuesta, vidas gastadas en amarnos, vidas sacrificadas en el amor hacia nosotros, nos dieron la vida..., toda su vida.
Solo conocemos la vida en la forma y manera en que nos ha tocado vivirla, es nuestra vida y como tal es el mejor don que hemos recibido, no podemos consumirla anhelando una vida que no nos corresponde y por tanto el disfrutarla u odiarla parte de la premisa de conocernos en profundidad; en ese análisis propio descubrimos rincones que nos duele el aceptarlos y en mi modesta opinión, en la aceptación esta la felicidad ya que nos permite disfrutar de lo que poseemos, sabiendo que forma parte de nuestro ser, de nuestra irrepetible y única vida.
Cierro los ojos, lentamente, y me sumerjo en un letargo sin tiempo, silencioso, lejano... cierro los ojos y me encuentro con el ser que llevo dentro lleno de miedos, preguntas, lleno de dolor y de angustia... lo invito a que recorramos juntos este camino sin final preciso, que me ayude a sentirme seguro, que aleje mis miedos y ese otro yo me invita a seguirle una vez más.
Ese otro ser no puede estar en mi, una vez le despedí de mi interior, abro los ojos y solo estoy yo, descubro que soñé, que no hay nadie más que ese otro ser, soy yo mismo solo que decidido a no volver...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ignoro cual es tu vida y solo en tus escritos me transmites la fuerza interior que debes poseer.
Un saludo.