miércoles, 25 de febrero de 2015

Sentir, vivir.

No se de donde he regresado, sé que he estado lejos, muy lejos, en una caída libre hacia un destino oscuro, vacío, del que solo sabía de un profundo silencio solo roto por mis alocados pensamientos. Mente y todo un cuerpo sometido a la tiranía de una neurona alocada que trastoca el precario equilibrio de nuestro organismo, quizás solo un cúmulo de prisas por llegar..., como dice una página amiga: ¿por qué no esperar la llegada de la primavera?..., quizás lo bueno de alejarse sea el regreso a lo conocido donde cada rincón guarda un pedazo de nosotros, de toda nuestra vida.
Llega un momento en el que los recuerdos no deben impedir el inexorable paso de la vida, recuerdo el pequeño y viejo barco olvidado en el fondo de un triste puerto..., fue feliz cuando rompió las amarras y surco los mares sin destino alguno, cabalgo sobre las inmensas olas hasta hallar la rocosa orilla donde se rompió en mil pedazos, halló la libertad en cada trozo de su madera convertido en un pequeño barco en manos de un niño..., de nada sirve el vivir en la personal burbuja que nos alberga con todos nuestros miedos, aislados de la ilusión de un nuevo día, de una nueva sonrisa, de una nueva caricia, de un sentir la vida a nuestro lado, de un saber que todo es posible.
El almendro en su nueva flor, la grulla en su vital viaje, deseos de soñar..., ¡huele a primavera!. 

1 comentario:

AIRE dijo...

Extraordinario modo de expresar un sinfín de sensaciones. Y hacerlo mirando de cara a la realidad, con valentía.