lunes, 17 de noviembre de 2014

Mirándome.

Te quieren y nada hay que preguntar, ¿para qué?, solo disfrutar de lo más hermoso de la vida, algo que se nos ofrece en su plena expresión afectiva: nietos, un cariño lleno de ternura, de verdad, algo que nos llega al final de nuestros días y que quizás sea el mejor premio a los desvelos que una vida por crear una familia. Solamente con sentirlos a nuestro lado nos provoca emoción, tolerancia, concentración en sus progresos de pequeños seres tan  dulcemente torpes, sus sonrisas y risa llenas de inocente alegría que disipan nuestras penas..., simplemente te quieren y reciben el sincero cariño de quién todavía es capaz de emocionarse en sus balbuceos, palabras, torpes pasos o paseos campestres convertidos en aventuras imaginarias que solo un niño es capaz de crear y todo esto despierta en mi profundos sentimientos que ya casi creí superados, ¡la vida!, cansado de caminar mi propia vida siento tus pequeñas manos que tiran de mi alejándome de mi personal abismo, creo caminar en suaves nubes, soy casi feliz en un entorno de activa armonía, quiero a mi gente por encima de nubarrones que siempre aparecen más allá de las montañas, creo haber logrado un equilibrio emocional al que ya había renunciado y los vacíos que la vida me hizo aceptar quedan atrás sin olvidar la débil fortaleza de nuestras vidas, soy casi feliz y quizás por ello tengo miedo, soy el anciano de la familia y a veces me siento como el roble que cobija la vida bajo sus ramas pero sé que sin el cariño de toda mi familia no tendría presente y menos futuro. Todavía sueño con nuevos amaneceres.

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